Dentro del Novissima (Primera Parte)


Llevamos, siguiendo las indicaciones de Álvaro, a todos los poetas participantes, del Flying Dog a la Plaza de Armas a reunirnos con Fernando y los demás organizadores que se encontraban en el Pasaje Santa Rosa, donde la Municipalidad de Lima había acondicionado un auditorio público. El sol asomaba tímidamente entre las nubes grises, como de costumbre en Lima cada vez que el perezoso rubicundo se anima a salir. Eran ya unos minutos para las 2 de la tarde y nos apurábamos en empezar el recital inaugural del festival. Los jóvenes poetas se conocían y conversaban.

Temo que el Infierno sea tan largo como el silencio de Dios
Le siguió Marcelo, con poemas donde la sencillez y la brevedad primaban.

“Shhh, shee’awéé’, shiyázhí, shhh.” “Shhh, mi bebé, mi amor, shhh.” Con el dedo bordeo el pulso sobre su oreja. Él hace pequeños sonidos con su boca y gira hacia mi pecho en busca del confort de mi leche. Pero mi pecho es una coladera por la que bebe el enemigo. Estoy seca.

La abuela confunde los significados del día y de la noche
La nieta, los significados de “escalar” y “excavar”.
Por último, Manuel leyó quedamente unos poemas multivocálicos repletos de referencias históricas y sociales, con temática y lenguaje coloquial cercanos a los poetas de las tres décadas precedentes, pero con elaborado despliegue técnico, como los escritores últimos (alumnos de literatura o lingüística) han estado desarrollando.
CORTES DE LUZ POR TODA LA CUADRA
una mano llega de lejos y te arrebata lo más querido

Terminado el recital, vino la sesión de fotos y entrevistas, desde fotos y entrevistas para medios, como diarios o el noticiero del Canal 7 (TNP) hasta fotos personales y entrevistas de alumnos y “fans”.

Álvaro y Fernando, cual ganaderos que arrían sus vacas (cabría preguntar cuan sagradas), empezaron a apurar al tropel de escritores e indicar el camino por el que debíamos conducirlos al Walok. En el camino, podían ver de pasadita El Cordano (101 años funcionando), algunos frontis en refacción, las palomas revolotear por el convento de San Francisco, y escuchar al ganadero persuadirlos, “¡Después vendrán por acá a tomarse fotos! Ahora vamos avanzando que se nos hace tarde.” Así, algo caóticamente, como es Lima, y la vida al fin y al cabo, llegamos al Walok, en el corazón del Barrio Chino. El salón reservado para este gran rebaño de plumas andantes resultó chico y se tuvo que acomodar una mesa en el salón contiguo para algunos de los colaboradores. No hace falta decir que la cena estuvo buenísima (el bufet habitual: chaufa, tallarín saltado especial, kam lu wantan, pollo, chancho, pato, res, huevos de codorniz, etc., etc., quienes ya hayan probado la buena comida china peruana (chifa) sabrán de lo que estoy hablando (y quienes no, ¡¿qué esperan?!). La primera reacción de algunos de nuestros visitantes fue de reparo, pero después de un par de bocados, ya eran tan peruanos como para buscar chifas cerca a su hotel los días subsiguientes.

El final de la comida marcó el inicio de la ruptura de filas, pues mientras varios secundaron la invitación a seguirnos a algún antiguo bar en el centro de Lima, otros la declinaron y prefirieron ir a su hotel en Miraflores a descansar un poco.
De modo que España, Argentina, Estados Unidos, Rusia, México, Chile y Ecuador siguieron al grupo de peruanos a conocer uno de esos viejos bares. El punto de congelamiento surgió cuando a Oscar y a Álvaro se les ocurrió ponerse democráticos y preguntar qué bar preferían conocer: El Cordano o el Queirolo. El primero usual punto de encuentro de políticos, intelectuales y hasta presidentes del año de la pera y el segundo frecuentado punto de libación de periodistas, intelectuales y artistas, escritores, músicos, actores, etc. de todos los tiempos. Aunque sin dar esta definición y agregaron un tercero: algún otro. La respuesta fue tan democrática cuanto anárquica: cualquiera. Por supuesto, reconozco que debí dejar de traducir para Laura unos minutos y recordarles a mis amigos que en estos casos la dictadura del líder es más conveniente. En fin, luego de 30 minutos enfilamos al Cordano, y recaminamos lo antes recorrido, Catedral, Estación Desamparados y Oops! el Cordano estaba cerrando pues era domingo y ya eran más de las 9 p.m. Seguimos caminando hacia las 5 Monedas quizá, pero frente al convento de las palomas, en la esquina, había un pequeño bar abierto y necesitado de un grupo amplio. Lo llenamos; nuevamente ignoro cómo conseguimos entrar todos, y por fin ordenamos algo para cerrar ese día como era debido. La cerveza, el pisco sour y demás tragos que pedimos estuvieron a la altura de las circunstancias; el único inconveniente fue con una botellita de pisco que Oscar quería invitar a nuestros visitantes, que nunca nos la llevaron a la mesa puesto que desconocían su precio, al no hallarse el dueño presente. ¿Puede alguien creer y entender eso de un comerciante peruano?
Por último, la noche inaugural se cerró, como era de esperarse, con otra caminata por el Jirón de la Unión hasta la Av. Emancipación, donde nos subdividimos para llevar a nuestros huéspedes de regreso a su hotel, a que recargaran su tintero y lo tuvieran presto para la hornada de recitales, ponencias y conversatorios que los esperaba durante la semana, su semana en Lima.